El mercado de emisiones del Protocolo de Kyoto
Los límites de las emisiones de gases de efecto invernadero establecidos por el Protocolo de Kyoto son una manera de asignar valores monetarios a la atmósfera terrestre que todos compartimos, algo que no se había hecho hasta entonces.
El Protocolo de Kyoto establece un límite al total de emisiones de las grandes economías mundiales, es decir, un número preestablecido de “unidades de emisión”. Cada uno de los países industrializados tendrá objetivos obligatorios de emisión que deben cumplir… pero se supone que algunos lo harán mejor de lo previsto, con lo que se situarán incluso por debajo de esos límites, mientras que otros los superarán.
Por tanto, se permitirá a los países que pueden ahorrarse algunas unidades de emisión –emisiones a las que tendrían derecho pero que no han “utilizado”– y vender este exceso de capacidad a los países que superan sus objetivos. El llamado “mercado del carbono” –conocido con ese nombre porque el dióxido de carbono es el gas de efecto invernadero más frecuentemente producido, y porque las emisiones de otros gases de efecto invernadero se registrarán y contabilizarán en forma de “equivalentes de dióxido de carbono”– es al mismo tiempo flexible y realista. Los países que no cumplan sus compromisos podrán “comprar” el cumplimiento…, pero el precio puede ser alto. Cuanto mayor sea el costo, mayor será la presión que sientan para utilizar la energía de manera más eficiente y para investigar y promover el desarrollo de fuentes alternativas de energía que tengan emisiones bajas o nulas.
El concepto de “bolsa” mundial de compraventa de unidades de emisión es un concepto sencillo, pero en la práctica el sistema de comercio de derechos de emisión del Protocolo ha encontrado numerosas complicaciones. Los detalles no estaban especificados en el Protocolo, por lo que hubo que celebrar negociaciones adicionales para llegar a una mayor precisión. Estas normas figuraban entre las especificaciones prácticas incluidas en los “Acuerdos de Marrakech” de 2001. Los problemas son claros: las emisiones efectivas de los países deben ser supervisadas y comprobadas para poder determinar que corresponden a lo que se ha comunicado, y es preciso llevar a cabo registros minuciosos de los intercambios realizados. En consecuencia, se están estableciendo “registros” –como cuentas bancarias de las unidades de emisión de una nación–, junto con “procedimientos contables”, un “diario internacional de transacciones” y “equipos de expertos” para supervisar el cumplimiento.
En los intercambios y ventas se incluirán más unidades de emisión de las actualmente realizadas. Los países obtendrán crédito por reducir el total de gases de efecto invernadero plantando o ampliando los bosques (“unidades de absorción”), por la realización de “proyectos de aplicación conjunta” con otros países desarrollados, en general países con “economías en transición”, y por los proyectos realizados en el marco del Mecanismo para un desarrollo limpio, del Protocolo, que supone el financiamiento de actividades para reducir las emisiones de los países en desarrollo. Los créditos obtenidos de esta manera pueden comprarse y venderse en el mercado de emisiones o reservarse para su uso futuro.
En esta línea, nació SENDECO2, el “Sistema electrónico de negociación de derechos de emisiones de dióxido de carbono” vamos, una bolsa del carbono española, donde se puede ver día a día, el precio de la tonelada de CO2. Os dejo una imagen de la gráfica, y el enlace a la página por si os interesa.
[…] que realmente les importa: El dinero. Lo importante para ellos es cómo seguir instrumentalizando el mercado de emisiones que ya se creó en Kioto y cómo generar más pastel (financiación) para repartirse entre aquellos que, formando parte de […]